Me preguntan sobre qué es lo que he
vivido en el albergue, mi respuesta es: la humanidad tan pura que puede haber
dentro de una realidad tan inhumana. Aquí se es testigo de los grandes anhelos
que luchan contra los sedientos monstruos del hambre, violencia, odio,
incertidumbre, entre otros más. Todo resumido en lo que es una amenaza para la
dignidad humana. Esos grandes anhelos se encuentran en historias, esas
historias tienen nombre y apellido pero la mayoría de la gente sólo les pone un
nombre: "migrante".
Todas las historias son únicas, unas buscan un bien propio y otras buscan
brindarles una mejor vida para su familia como la de José Murcia, hondureño de
veintiún años. Me encontraba curándole sus ampollas y heridas que tenía en las
plantas de sus pies, "caminamos tres días en el monte y cruzamos
pantano" me platica mientras se rascaba sus pies y tobillos llenos de
ronchas. Le pregunté por qué migraba, de repente una enorme sonrisa se dibujo
en su rostro acompañado de unos ojos llenos de ternura y me dijo: "Tengo a
mi princesa de ocho meses en Honduras y busco darle una vida mejor".
Fuerte, de corazón catracho, consciente que no la
va a ver por unos años. O como la de Wildem García, joven de dieciocho años,
alivianado, pero sobre todo valiente me dice: "Estoy aquí porque mi madre
ya no puede trabajar, tengo tres hermanas y yo soy la única esperanza para
sacarlas adelante". Wildem había caminado cinco días por la cantidad de
operativos que había en el sur del país. Así Wildem pudo comer ese día, descansar
bajo un techo sin la inseguridad que le hagan daño o roben mientras duerme,
para que el siguiente día cargue su mochila y siga con su camino montado en ese
animal de acero, arriesgándolo todo con el fin de ayudar a su familia.
Aquí abres los ojos a una realidad cuando te encuentras cargando una pierna
para que puedan curar el pie que es testigo de las toneladas de ese traicionero
tren con sus ardientes ruedas de acero. O cuando estas curando una herida en la
cabeza, hecha por la dureza e intolerancia de una pistola. Empiezas a ver con
tus propios ojos lo que una vez leíste en las noticias, pero hay algo esencial
que no te dicen aparte de que en ocasiones omiten o distorsionan lo que es la
realidad. A esa parte esencial yo le llamo: "sueños". Sueños de no
vivir en un infierno y estar empapados de la armonía que uno busca, "Fe” o
“esperanza" de que esos sueños realmente, con esfuerzo, pueda ser su
realidad y "filantropía" en la que el amor nos genera la belleza de
ver al otro como un verdadero hermano en el camino.
Carlos Chapa
Voluntario del albergue 2014.
Ojalá continúen revitalizando este blog, aunque parezca que hay poca respuesta a él. México es casi todo él lugar de tránsito migratorio, y muchas veces exceptuamos de él el sitio en que vivimos, y nada hacemos por ellos. La realidad de ellos es fuego, y ustedes nos ayudan a que ese fuego se convierta en incendio: el de la hospitalidad, que va más allá de un mero dar de comer al hambriento, pero que por ahí puede empezar. Poco puedo (¿o quiero?) solidarizarme efectivamente con ellos, pero lo mínimo es esto: ¡Animo, voluntarios!: La narración de su experiencia nos ayuda a todos, si queremos... Y muchas gracias...
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