Da
lo mismo.
Luis
García-Huidobro sj.
- Nunca había visto llover así -le dije
como para abrir conversa- ¿En tú país llueve así?
- Si.
- Estás
acostumbrado, te da lo mismo mojarte.
- Sí.
- ¿Qué edad tienes?
- ¿Cuántos cree que tengo?
- 12 o 13 -pensé- 15 o 16 –le dije-.
-
Tengo 16.
Imposible saberlo, anda sin ningún
documento.
Esperamos el tren con unos 15 migrantes
afuera del albergue de la Iglesia Católica en Tierra Blanca, Veracruz, México. Los
otros ya se fueron a las vías. Con esta lluvia se van a subir al techo de La
Bestia[1]
para seguir al norte. No tiene sentido tratar de taparse como si pudieran
mojarse un poco menos. Es lo mismo, no
hay modo. Se les viene el dolor de garganta y la gripe. Cuando salga el sol
secar lo poco de ropa que llevan, o botar todo en el camino, al final da lo mismo tener algo o no de
ropa en la mochila, porque todo te roban si te asaltan las bandas. En el
próximo albergue quizá les den otra playera de Enrique Peña Nieto –recién electo
Presidente, acusado de comprar millones de votos–. Llegaron cientas de playeras
después de las elecciones. Al migrante le
da lo mismo el candidato o cómo llegó a ser Presidente. Es la única ropa
nueva disponible y son de muy buena calidad.
Hernán[2],
el niño guatemalteco de 16, no se hace
problema por la lluvia.
- Para mí es lo mismo si llueve o no llueve en el tren.
Trato de imaginarme el viaje a todo sol,
con 40°, en el techo del tren -es de metal y se pone caliente-, quemándose, deshidratándose
e insolándose; o el viaje con lluvia, truenos y relámpagos, con el techo
resbaloso por el agua; con la ropa, zapatos, mochilas y ellos mismos empapados.
Van despiertos y amarrados con el cinturón al techo del tren para no caerse. Es lo mismo. El sol y la lluvia son igualmente
duros.
Cuando el tren pare, en unas 10 o 15
horas más, van a llegar a otro albergue, descansar y partir en el mismo o el
siguiente tren. Lo mismo durante semanas, algún día sufren un asalto, otro día
se sube la policía y los hace bajar si no tienen algo de dinero que darles, a
veces tienen que caminar algunas horas o días si es que quedan por ahí botados,
o volver a la frontera sur si es que los pilla la policía migratoria, para volver
a partir de cero, porfiadamente hacia el norte.
Es simpático Hernán, y muy inteligente.
- ¿Te das cuenta del riesgo que corres viajando
así?
- Si, pero en todos lados es igual, todos
los países son lo mismo, allá también es inseguro.
- ¿Pero sabes de los secuestros a
migrantes en este país?
- Si sé. Es la 8ª vez que trato de hacer
este viaje, estoy consciente de todo, yo sé los riesgos, pero para mí es igual estar aquí o estar allá. En mi ciudad me
ofrecieron trabajar los narcos, les dije que no, les podría haber dicho que sí o que no, me da igual.
Sus papás murieron el 2005 (¡tenía 9
años!), él papá por tomar, la mamá por un mal parto. Quedó viviendo con
familiares.
- Me fui porque me trataban como a un perro.
- ¿Y estuviste mejor sin ellos?
- Es
lo mismo no más. Con ellos o sin ellos, me fui y nunca me buscaron.
- Pero deben estar preocupados por ti
ahora que andas por aquí.
- Bah!
Cuenta que se pagaba un cuarto con su
trabajo desde hace un par de años. Salió hace varios meses de su país. Como era
lo mismo estar ahí o estar en otro lado,
un día partió, igual como lo hacen centenares de centroamericanos todos los
días, para tratar de llegar a los EEUU, o simplemente andar varios meses en el
tren hacia el norte, siendo deportado una y otra vez en cualquier lugar del
trayecto, y volver a intentarlo.
- ¿Y por qué andas solo? Eres muy
simpático, debes tener muchos amigos.
- Nunca he tenido amigos, es que no los
he buscado.
Ya van a tomar el tren, los voluntarios vamos
a descansar para recibir a los que lleguen mañana. Nos tomamos unas Corona, que
ya no son mexicanas sino belgas (no es lo mismo), y vemos cualquier cosa tonta
en Televisa. Nos vamos a olvidar de Hernán en un par de días. Todos los días nos
llegan cientos como él, cada uno con sus motivos -o quizá sin ningún motivo, es
igual- para andar viajando. Lo objetivo que dicen los informes de las ONG’s es:
cesantía, falta de oportunidades, violencia.
Tiene clara la película Hernán. Todo le
da lo mismo porque no tiene ninguna expectativa. Ya la vida le hizo todo el
daño que se le puede hacer a un niño, y aprendió. Está seguro de que no existe
nada, en ningún lugar del mundo, que pueda hacerle algo más malo que todo lo
que ya se le ha hecho. No tiene miedo a nada.
Son cientos de niños y jóvenes que pasan
así por aquí todos los días. No tienen documentos así que dan lo mismo, pueden desaparecer, ser secuestrados, asaltados por
policías o bandas, morir de deshidratación, ser mutilados por el tren, etc.
Quizá algún día desde Canadá hasta Chile
podamos decir que da lo mismo que no
tengan documentos, que son niños, que tienen derechos, y que los adultos que
tenemos responsabilidad vamos a velar por ellos, porque a nosotros que somos
adultos y responsables, ellos no nos pueden dar
lo mismo.
Hace pocos días en Chicago 3 niños y
jóvenes estadounidenses, -uno de ellos de la misma edad que dice tener Hernán,
16, y los otros de 17 y 18 años-, asesinaron a golpes a Delfino Mora, un
migrante mexicano de 62 años a quien ni siquiera conocían. Lo vieron en la
calle y lo hicieron por diversión, como una travesura de niños. Se alejaron
riéndose sin importarles nada. Los
pillaron por subir a Facebook el video que ellos mismos grabaron de la golpiza.
Si no fuera por ese “error” –¡tanta era su confianza en la impunidad!-, este
caso no se habría sabido, como cientos de casos de personas que legalmente no
existen en el lugar donde son asesinadas. La justicia norteamericana decidió
tratar a estos 3 jóvenes como adultos. Quizá basta con que sean juzgados
imparcialmente bajo una ley penal adolescente. Lo que no podemos dejar de hacer
como sociedades es preguntarnos qué estamos haciendo o dejando de hacer al
respecto los adultos de países que reciben migrantes. Pienso que algo debemos
estar haciendo mal los adultos, para que haya entre nuestros niños algunos que piensen
que es divertido golpear migrantes hasta matarlos.
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