Tomás González Castillo
tgoncas@hotmail.com
Adital
"... Y el señor me
condujo entre ellos, y, con ellos, hice misericordia…”
Hermano Francisco…
¡El Señor te dé la
paz! Se acerca
ya el día en que celebramos tu paso de la vida a la plena vida. Acabo de
participar en una eucaristía en la que un obispo decía que siempre que se habla
de ti o sobre ti, queda uno pequeño, con cierto sentimiento de incompletud. Yo
prefiero no hablar de ti, sino hablar contigo, escribirte…
En este años,
Francisco, he vivido en carne propia lo que tu viviste cuando te acercaste a
los marginados de tu tiempo: … cuando vivía en pecado, lo que era amargo se me
convirtió en dulzura, el Señor me condujo entre ello y con ellos hice
misericordia… Sí Hermano, en estos años ha sido el Señor quien me ha
conducido a ellos, a los expulsados; a esos que como carne podrida, el sistema
va desechando porque son malolientes, porque no producen… y los vomita para
lanzarlos en todas direcciones, principalmente hacia el norte.
Una migración
llena de males
Quiero hablar a tu
corazón y decirte que miles de peregrinos y forasteros, migrantes como
ahora los llaman, salen de sus países forzadamente. ¿Quién, que no tenga
alimentación, educación, salud, seguridad, paz, justicia, vida plena, no se
verá obligado a salir a buscar todos esos derechos en otro país? ¿Quién, que
sea testigo cómo su pueblo se ha transformado en un infierno por la violencia
extrema, la persecución criminal, no buscará el "cielo” en otro lugar?
Sueñan ellas y ellos con una vida mejor, sueñan los niños con jugar juegos que
les den una felicidad momentánea, sueñan los jóvenes con trabajar para pagarse
sus estudios, tener algunas distracciones, sueñan las jóvenes madres y padres
con heredar a sus hijas e hijos no la miseria que han recibido, sino un
patrimonio que les de seguridad, sueñan los adultos mayores con una última
oportunidad para "hacer” al final de su vida un poco de dinero.
Y con esos sueños
se aventuran a buscar hacerlos realidad, salen con casi nada sobre sí. Las y
los migrantes que vienen de Centro y Sudamérica, son un pueblo en permanente
éxodo que va dejando su vida en el camino. Ya desde su lugar de origen, con su
vida negada se enfrentan con sus primeros victimarios, las policías y
corporaciones migratorias que les exigen lo poco que cargan para dejarlos
pasar. Pero eso no es nada, al entrar a México por cualquiera de sus fronteras
las y los migrantes empiezan a dejar en el camino sufrimiento, llanto, dolor,
sangre, sus propios cuerpos mutilados y humillados.
La migración de
esta región, Francisco, es una migración llena de males, de mafias, de crimen
organizado, de xenofobia, de crueldad y de terror. Y sin embargo, las y los
migrantes a pesar de todo siguen su camino, pues puede más su hambre, su sed,
su carencia de todo que cualquier cosa que les pueda pasar. Ya nos lo han dicho
muchas veces: el viaje que emprenden los migrantes se ha tornado en el más
peligroso viaje que persona en este mundo puede hacer.
Hermano Francisco,
en tu tiempo, otros eran los males que aquejaban al mundo; fuiste testigo de la
transición del sistema feudal al sistema basado en el intercambio del capital.
Esto produjo muchos males, miles de personas sometidas al diabólico feudo,
salieron de él y se crearon las primeras ciudades: ¡cuántos marginados! ¡Cuánta
gente muriendo por las decisiones de unos cuantos! Hoy, el sistema que impera
ha hecho lo mismo pero a escalas mucho más grandes, los males se han
multiplicado; de manera que estamos frente a un pueblo migrante masacrado.
Las personas
migrantes portadoras de esperanza, sujetos del imperativo cambio de rumbo en la
historia
Y a pesar de todo,
ellas y ellos son portadoras y portadores de esperanza, pues son un potencial
que puede cambiar el rumbo del mundo. Al salir de su patria, las y los
migrantes, muchas veces sin saberlo, se convierten en sujetos que van
transformando la historia, las estructuras; pues al cruzar las fronteras se
hacen verdaderamente universales, no hay nada más universal que su pobreza y su
ansia de vencerla. Se hacen ciudadanos del mundo, hermanos universales, como tu
Francisco. Y en este sentido son radicalmente revolucionarios, pues no solo
rompen fronteras, sino van exigiendo se les respeten sus derechos que les son
negados desde sus países de origen.
Ellas y ellos son
parte de un mundo negado, que lo han querido exterminar sin misericordia en
todas las rutas migratorias, víctimas inocentes. Pero en las vías del ferrocarril,
en las Casas para migrantes, Francisco, se está gestando el otro mundo posible,
pues vías y casas son Pentecostés cotidianos donde todas y todos hablan el
mismo lenguaje: sufrimiento, enfermedad, pobreza, violencia, duelo. Todas y
todos en este México migrante gimen el mismo dolor de ser parte de un sistema
estructuralmente violento, pero también todas y todos hablan el revolucionario
y violento lenguaje del amor, del seguir caminando a pesar de los obstáculos
hasta encontrar la vida digna, compartiendo la existencia arriba de la bestia,
asumiendo los mismos peligros e intentando llegar todas y todos a sus destinos.
El sistema que los ha excluido, los vuelve significativamente incluyentes entre
ellos y ellas.
Ellas y ellos van
dejando esperanza.
Por una migración
sin males, llena de esperanza y misericordia
Francisco, en tu
tiempo lograste junto con otras y otros sembrar la semilla del cambio. Sin
quererlo fuiste protagonista y con el movimiento que generó el Espíritu por
medio tuyo, al lado de mujeres y hombres apasionados, lograron poner paz,
justicia, bien en muchos lugares y en otros regaron las semillas del mundo
fraterno.
Ahora en nuestro
tiempo, con mucho temor, vamos haciendo el otro mundo, vamos torciendo las vías
de la "bestia” para que cambie de dirección, vamos asumiendo un nuevo
modelo de sociedad. Pero sobre todo, las y los migrantes se van tatuando en el
corazón, en lo más hondo de sí la libertad, la dignidad, la fraternidad, la
misericordia y la esperanza. Pues aquellas y aquellos que han sido víctimas
humilladas, una vez que se levantan, no vuelven a bajar la mirada y exigen a
las autoridades encargadas de procurar la justicia que ésta la saquen de las
cuevas de la impunidad donde la tienen escondida y amordazada; exigen a las
autoridades migratorias que les den paso libre, que nunca más argumenten una
política migratoria de seguridad nacional, paranoica, sino una administración
migratoria humana y humanizante.
A eso queremos
llegar Francisco, a una migración sin males. Cómo no recordar tus esfuerzos por
la paz, por la fraternidad, cómo no recordar que en tu tiempo, en el
convulsionado mundo que te tocó vivir, te atreviste revolucionariamente a hacer
la paz en medio de la guerra, a hacer misericordia con los que nunca habían
escuchado la palabra perdón, trajiste luz a un mundo que vacilaba en la
oscuridad, trajiste dignidad al prostituido sistema estructural que permeaba y
despojaba de todo a los más empobrecidos. Para esto te revolucionaste a ti
mismo, pues te despojaste del mundo consumista, de altura y bajaste a besar a
los pobres, a los enfermos de lepra, a levantar la dignidad, a mudar de aires
el mundo entero. Locamente te esforzaste por proteger a los peregrinos y
forasteros, a quienes llamaste nuestros maestros y señores.
Hoy, hay muchas y
muchos que con pasión, no sin rechazar el dolor, se esfuerzan por una migración
sin males, donde las víctimas migrantes sean las protagonistas de un camino sin
violencia.
Nuestra vieja
Iglesia, se rejuvenece con la atención integral a los migrantes
Hermano Francisco,
en tu tiempo las instituciones estaban fragmentadas, llenas de corrupción. La
Iglesia no estuvo exenta del colapso estructural. Se alejó del ideal
evangélico, ganó mucho poder y sometió a los dueños del mundo, pero perdió la
razón de ser de su existencia y con ello, su fidelidad quedó destrozada y entre
sus opciones no estaba más el anuncio del Reinado de Dios.
Hoy, también lo
tenemos que aceptar Francisco: Hay un deterioro eclesial que ha dejado a la
Iglesia del primer mundo con los templos vacíos y a la de los otros mundos, sin
el consuelo a los más necesitados. Se ha buscado mucho el poder y en muchos
lugares, las personas que están al frente de la Iglesia, no han emprendido la
batalla por hacer que Dios reine.
La búsqueda de
privilegios, por una parte, y el miedo a perder las escandalosas comodidades de
todo tipo, por otra, han metido a la Iglesia al vergonzoso fango de la
ambigüedad. La Iglesia, hermano Francisco, no escucha los gritos clamorosos de
millones de seres humanos que viven sin justicia, no ve cómo silencian
cotidianamente el clamor de los empobrecidos. Y dolorosamente lo tenemos que
decir, no siente las tristezas de las mujeres y hombres de nuestro tiempo.
El Pueblo migrante
que no para de caminar, ya no pertenece más a esa Iglesia, pero son gente de
profunda religiosidad, van con la fe a la intemperie, y sin embargo, ese pueblo
es un potencial evangelizador, pues en el sentido estricto literal del término
van anunciando buenas noticias.
Pero hay un
consuelo Francisco, siempre hay un resto fiel, la mayoría de las personas que
atienden a las y los migrantes en su camino son también gente de profunda fe,
con ellas y ellos, la Iglesia en México ha irrumpido nuevamente. Vemos pues a
la Iglesia, caminando en las vías, subiéndose a la bestia, asumiendo la
persecución con las víctimas inocentes. Esa Iglesia es la que está en las Casas
de migrantes, abriendo los brazos para consolarlos, curando las heridas, dando
de comer y beber a los hambrientos y sedientos y también asumiendo la crucifixión
que se le hace al pueblo migrante.
Es esa Iglesia la
que se ha puesto de parte de este pueblo migrante, camina al lado de él, la que
lo ayuda a cargar su pesada cruz y la que quiere bajarlo de la misma para que
ya no muera más. Esa Iglesia es la que se ha enfrentado a las autoridades para
denunciar su corrupción y su impunidad; es la Iglesia que exige con radicalidad
que se frene el holocausto migrante.
Es la Iglesia de
Jesús de Nazaret, la que en tu tiempo "reconstruiste porque amenazaba
ruinas”. Es la Iglesia hermana, mujer generadora de vida; constructora de
fraternidad, apasionada para que la justicia
y la paz se
abracen permanentemente. Pero también es la Iglesia perseguida por estas
causas, la Iglesia que se apasiona y sabe que su destino final será siempre la
muerte – matriz de nueva vida.
Dios está con esta
Iglesia y con este pueblo migrante. Dios va caminando con ambos y no los dejará
nunca. Es la Iglesia – misericordia que quiere una migración sin males para
este pueblo abandonado por todos menos por Dios.
Hermano Francisco,
cuánto aprecio tu cercanía y tu herencia. Es un privilegio ceñirse el sayal de
los pobres de nuestro tiempo y calzarse las sandalias del eterno caminante.
Francisco,
concédenos de parte de Dios, ningún privilegio, más que el no tener ninguno,
ayúdanos a caminar al lado de este pueblo y asumir con ellos su persecución.
Tu hermano
Tomás González
Tenosique, Tabasco, octubre de 2012.
Tomás González
Tenosique, Tabasco, octubre de 2012.
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